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“Con el COVID nos hemos enfrentado a un escenario nunca visto y la respuesta de toda la organización ha sido excelente”

David Acosta es el responsable del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales de Fundación Diagrama, un departamento imprescindible para la actividad de la entidad en una situación normal, pero cuya labor ha sido todavía más fundamental para hacer frente a los retos derivados de la pandemia, que ha puesto a prueba la capacidad de adaptación de la Fundación y su compromiso y dedicación con las personas que trabajan en ella y que son atendidas en los distintos centros y programas.

¿De qué se encarga el Servicio de Prevención de Riesgos Laborales de Fundación Diagrama?

El Servicio de Prevención se encarga de realizar las actividades preventivas que permitan garantizar la seguridad y la salud de la plantilla de la Fundación y de las personas a las que atendemos, asistiendo para ello a la entidad, a las personas trabajadoras y sus representantes y a los órganos de representación especializados. Puede decirse que el servicio de prevención proporciona a la Fundación el asesoramiento y apoyo necesarios para proteger a las personas que la integran de los tipos de riesgo a los que están expuestas.

¿Qué tipo de situaciones se suelen tratar más en el día a día y cómo se afrontan para mantener a la plantilla segura?

En el departamento realizamos desde la revisión de las condiciones de materiales como extintores, sillas, monitores, etc. hasta el análisis de riesgos cuando se abre un nuevo recurso, pasando por la elaboración de protocolos de seguridad para limpieza, cocina y otros espacios y funciones que requieren de una supervisión especial. Todo ello unido a la atención a las dudas y consultas realizadas por los centros y recursos en materia de gestión de la prevención, la elaboración de diferentes informes en materia de seguridad y salud, la gestión de procedimientos internos, los requerimientos de la autoridad laboral, etc. Una comunicación fluida con los responsables de prevención y representantes sindicales de los centros y recursos, unido al trabajo en equipo del Servicio de Prevención, es clave para mantener unas condiciones de trabajo seguras.

Uno de los mayores retos a los que se ha tenido que enfrentar el departamento es el COVID-19, ¿cómo se abordó la pandemia en sus primeras semanas?

Con gran preocupación por cómo se iban sucediendo los acontecimientos y por prever qué impacto podría tener en la actividad de nuestros centros de trabajo y en las personas que atendemos, pero a la vez con la serenidad de tener a un equipo humano totalmente comprometido con solventar de la mejor manera la difícil situación.

¿Qué medidas se implantaron para garantizar la seguridad tanto del personal como de las personas usuarias?

En todo momento se trabajó siguiendo las directrices de las autoridades sanitarias, adaptándolas a nuestra actividad a través de diversos procedimientos, protocolos, manuales, etc. Todo ello junto con la normativa ya existente para proteger a las personas trabajadoras contra los riesgos de la exposición a agentes biológicos en el trabajo. Se tomaron distintas medidas de carácter organizativo, como potenciar el teletrabajo y las reuniones por videoconferencia, organizar turnos para evitar coincidencias masivas de personas, dividir los espacios de trabajo en distintas zonas, etc. Además de medidas de protección colectiva, como limpieza y desinfección de espacios, ventilación, disposición de puntos de gel hidroalcohólico, etc.; y medidas de protección personal, como dotar a los centros y recursos de mascarillas adecuadas al nivel de riesgo y equipos de protección individual.

En la pandemia todos hemos aprendido cosas nuevas sobre la marcha, ¿qué retos inesperados han surgido y cómo se han solucionado? ¿Qué capacidad de adaptación ha tenido la Fundación?

La dificultad ha sido conjugar las medidas preventivas publicadas por las autoridades sanitarias con nuestra actividad laboral, intentando en todo momento que interfirieran lo menos posible en el desarrollo normal. La gran capacidad de adaptación, con nuevas formas de organización del trabajo, ha sido la pieza clave para seguir prestando servicio bajo unas condiciones mínimas de seguridad y salud. Por ejemplo, los centros se dividieron en distintas zonas estancas con distinto personal para contener los posibles brotes que se pudiesen producir, algo que hizo más compleja la organización de turnos y la mecánica diaria de un recurso, pero que era fundamental para prevenir contagios. También cabe destacar el tremendo esfuerzo que se hizo para localizar y adquirir suficientes materiales de protección para las personas trabajadoras y usuarias, en especial en los momentos más duros de la pandemia, cuando este material escaseaba en el mercado. En conjunto, creo que es un reto que se ha cumplido con creces por parte de toda la organización.

¿Cuál es la última adaptación que se ha hecho de las medidas de prevención?

En línea con la evolución de la pandemia y las últimas actualizaciones de la normativa sanitaria, se ha ido volviendo paulatinamente a la normalidad, eliminado restricciones que afectaban directamente a cómo se venía trabajando. En la última actualización del protocolo de seguridad, por ejemplo, hemos quitado la obligatoriedad de llevar mascarilla en los espacios cerrados de los centros socioeducativos y oficinas, por ejemplo.

¿Cómo ha sido la coordinación con los centros y programas que gestiona la Fundación?

Durante toda la pandemia ha habido una comunicación fluida, lo que ha sido una gran ayuda para gestionar de manera adecuada las medidas preventivas destinadas a evitar la propagación del virus. La experiencia del equipo de los centros y programas sobre el terreno ha sido tremendamente valiosa para nosotros, ya que teníamos que bajar a la realidad, a los recursos y espacios de los que disponemos, lo que en la normativa sanitaria eran instrucciones generales que a veces no reflejaban todas las situaciones que se nos podían dar en un centro de trabajo. Contar con un canal de comunicación bidireccional y constantemente activo nos ha permitido reaccionar de forma más rápida y efectiva a estos casos, y esa coordinación queda reflejada en los planes de contingencia que cada centro elaboró en coordinación con el Servicio de Prevención, que han tenido grandes resultados en momentos muy complicados de la pandemia.

¿Cómo se ha vivido el COVID-19 de forma interna? ¿Cuál ha sido la experiencia con profesionales y personas atendidas?

Al principio, la situación se vivió con gran preocupación e incertidumbre, por ser algo a lo que nunca nos habíamos enfrentado. Pero sabemos que el miedo se vence con información, y eso procuramos hacer. Se organizaron talleres de sensibilización para explicar todo lo que se sabía de la pandemia tanto a trabajadores como a personas atendidas, haciéndoles conscientes de las medidas que había que tomar para prevenirla, y el compromiso que asumieron fue intachable. Lejos de dejarse llevar por el caos de la situación, todo el mundo fue a una, coordinándose y organizándose en equipo para dar la mejor atención y cuidado a las personas atendidas; y, por parte de los usuarios, para colaborar mano a mano con los trabajadores en esta tarea. La actitud de las personas que atendemos ha sido un ejemplo de comprensión y responsabilidad, mostrando una gran capacidad de resiliencia y solidaridad. Creo que todos tuvimos una gran adaptación al cambio que estábamos viviendo.

¿Y con el entorno social de los centros y programas? Una parte muy importante de la actividad de Diagrama tiene que ver con involucrar e integrar a las personas usuarias en su comunidad.

Durante el tiempo que duró el confinamiento, se tuvo que recurrir a las herramientas y medios telemáticos de los que disponíamos para que las personas usuarias pudiesen mantener los lazos con la comunidad y con sus propias familias. Se hizo un esfuerzo para planificar y organizar todo lo necesario para, por ejemplo, que los menores atendidos pudiesen seguir asistiendo a clase o para que las personas mayores se comunicasen con sus familiares de forma segura. En cuanto a las actividades en el exterior de los centros, se buscaron formas de replicarlas en los propios recursos o de llevarlas a cabo con plena seguridad, una vez se empezaron a levantar las medidas preventivas. Y siempre contamos con la plena colaboración de las entidades públicas y privadas con las que colaboramos, con las que estábamos perfectamente alineados en la doble misión de proteger a las personas atendidas y de ofrecerles todos los servicios que estuviesen en nuestra mano para mantener su bienestar, no solo físico sino también psicológico y social.

Ahora que los momentos más complicados de la pandemia parecen haber quedado atrás, ¿cómo valoras el trabajo realizado?

Creo que hemos sabido llevar la situación lo mejor posible. Nos hemos enfrentado a un escenario nunca antes visto y la capacidad de respuesta de toda la organización ha sido excelente. El nivel de adaptación a cada uno de los nuevos escenarios ha puesto de manifiesto el gran compromiso y valor del equipo humano de la Fundación, y se ha reforzado la cooperación entre equipos de trabajo y la asertividad entre compañeros y compañeras.

De todo lo aprendido con esta experiencia, ¿qué lecciones crees que son las más valiosas personal y profesionalmente?

El gran compromiso profesional que existe en la organización se ha mostrado más que nunca durante la pandemia y creo que este hecho nos ha unido más. Creo que la principal lección que hemos aprendido es el enorme valor que tiene el trabajo en equipo, algo que ya era importante para nosotros pero que, cuando te enfrentas a grandes retos como este, se revela de verdad como algo esencial para cualquier organización.