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“En el centro he aprendido la fortaleza del ser humano y su capacidad para avanzar y superar los problemas”

Ana Belén Falagán lleva casi 20 años trabajando en Fundación Diagrama como psicóloga del centro educativo juvenil ‘Virgen de Valvanera’ de Logroño, dependiente de la Consejería de Servicios Sociales y Gobernanza Pública del Gobierno de La Rioja, desde el momento de su apertura hasta hoy en día.

¿En qué consiste la labor de una psicóloga en un centro educativo para jóvenes en conflicto con la ley?

Cuando entra la persona joven, se le evalúa a través de una entrevista personal y diferentes pruebas, elaborando un informe con sus necesidades y factores de protección. En base a ello, se realiza una intervención psicológica y afectiva individualizada para poder ir ayudándole en sus necesidades. Igualmente se trabaja la adaptación al centro, se apoya la intervención con programas a nivel grupal y se hacen derivaciones a otros profesionales en coordinación con recursos externos. A nivel interno también colaboro a la hora de marcar pautas de actuación, y ayudo al resto del equipo en la elaboración de informes. Es una labor muy amplia, pero la resumiría en que consiste en apoyar y reforzar tanto a mis compañeros y compañeras como a las personas atendidas con la formación y experiencia profesional que he adquirido.

¿Cuáles son las principales necesidades que se encuentran en este colectivo a su llegada al centro?

Es importante partir del hecho de que cada persona es diferente. Yo en mí día a día lo intento cuidar mucho para intentar individualizar el trabajo al máximo y conocer todas las necesidades y fortalezas de cada menor. En general nos solemos encontrar con menores a quienes les cuesta mucho confiar, porque en su vida diaria han tenido muchos problemas. Igualmente les cuesta identificar y exteriorizar sus problemas, lo que hace que en ocasiones se atasquen en la resolución de conflictos y los tiendan a resolver de una forma, en ocasiones, no adecuada. También es frecuente la baja tolerancia a la frustración y un exceso de sobreprotección. Respecto a las fortalezas, creo que es fundamental identificarlas y apoyar la intervención en ellas, desarrollarlas para que sirvan de apoyo a la consecución de otros objetivos.

¿Cómo se coordinan los distintos departamentos y profesionales del centro en la intervención que se hace con jóvenes y adolescentes?

En el centro ‘Virgen de Valvanera’ tenemos la facilidad de que, al ser un centro pequeñito, es muy familiar y eso nos permite vernos y tener un trato entre nosotros más frecuente y más rápido. También nos ayuda a conocer bastante a los menores y detectar de manera ágil cualquier necesidad. Eso no quita para que a veces detectemos que necesitamos mejorar aún más ciertos canales de comunicación, por lo que siempre estamos implantando nuevas formas de trabajar de forma coordinada.

¿Has observado algún cambio en las necesidades de los menores con la pandemia?

Durante el confinamiento hubo que hacerles conscientes de lo que se estaba viviendo en el mundo, pero una vez hemos vuelto a la normalidad no se ve un efecto duradero. Nos encontramos con nuevos retos a diario a la hora de intervenir con menores, muchos de ellos relacionados con la salud mental y los cambios a nivel social, pero no considero que deriven de la pandemia, sino de otro tipo de causas. En las familias sí se nota una mayor preocupación por la salud de sus hijos e hijas. Sin embargo, la situación también ha provocado cosas positivas, como la introducción de las nuevas tecnologías en las dinámicas de intervención familiar. Hasta hace poco, muchas familias eran reticentes a usar estos medios, incluso nosotros lo éramos, pero con la pandemia no hubo otro remedio y hemos visto que en determinados momentos pueden tener un resultado positivo.

Llevas en la Fundación cerca de 20 años, desde que la entidad comenzó a gestionar el centro ‘Virgen de Valvanera’. ¿Cómo fueron esos inicios y cómo ha cambiado la situación y el equipo del centro desde entonces?

Los inicios tuvieron su parte de dificultad, dado que yo nunca había trabajado con menores que estuvieran cumpliendo una medida judicial en régimen de internamiento. Además, se sumaba que era la apertura de un recurso nuevo en La Rioja, empezábamos de cero en un nuevo proyecto, lo que suponía un gran reto y una gran responsabilidad. Al principio yo me notaba insegura en la toma de decisiones o al enfocar un caso en concreto o determinados hechos delictivos, pero para reducir y eliminar esos miedos he tenido la suerte de tener detrás una entidad como Fundación Diagrama, que me ha aportado formación y estabilidad laboral y ha ido enriqueciendo mi trabajo diario. Respecto a mis compañeros, con el paso del tiempo quedamos pocos de los que en su día iniciamos esta aventura, pero eso también me ha permitido conocer a personas que me han aportado mucho. Y, sobre todo, he aprendido mucho tanto de los buenos como de los malos momentos.

¿Ha cambiado el perfil de los menores atendidos desde entonces?

El perfil ha cambiado muchísimo en estos 20 años, especialmente por el tema de la salud mental. Muchas personas nos llegan con un diagnóstico que requiere un inicio o seguimiento de medicación en el centro, cuando anteriormente era algo excepcional. También hemos visto que el consumo ha aumentado y se ha vuelto más precoz a lo largo de estos años, lo cual dificulta más la estabilidad y el bienestar mental de jóvenes y adolescentes. En este sentido, es importante que Fundación Diagrama cuente con un modelo de atención individualizada, porque las características particulares de cada chico o chica son muy variables y hacen que su intervención requiera de un mayor análisis de cada caso y de la coordinación con otros recursos y derivaciones.

A nivel personal y profesional, ¿cuáles son los aprendizajes más importantes que has adquirido en el centro?

Me he dado cuenta de que me encanta trabajar con este colectivo, porque, como yo siempre digo, ayudar a una persona con tantas dificultades es contribuir a que el mundo sea mejor. Igualmente me he dado cuenta de la suerte y de lo agradecidas que tenemos que estar algunas personas por el tipo de familia que hemos tenido y la educación que hemos recibido. He aprendido la fortaleza del ser humano y su capacidad para avanzar y superar los problemas. En términos generales, he aprendido a tener una mayor empatía con los menores al entender sus circunstancias y sus vulnerabilidades, me he dado cuenta de la importancia de los límites, bien mezclados con el afecto y con creer en la persona.

Si tuvieras que quedarte con un momento de tu trayectoria en el centro, ¿cuál sería?

Son muchos los buenos recuerdos que tengo en estos casi 20 años, pero los primeros me han marcado mucho tanto a nivel personal como profesional. Yo soy gallega y me vive a vivir a Logroño cuando conseguí este trabajo. El reto de la apertura del centro, toda la formación e información que recibí, conocer a gente nueva y una ciudad nueva… Todo esto contribuyó a que hubiese una bonita unión entre todo este equipo de profesionales que, con mucha ilusión, motivación e implicación, queríamos dar lo mejor de nosotros. Puedo decir además con orgullo que algunas de las personas con las que empecé a trabajar son hoy mis mejores amigas.

Por último, ¿qué ha supuesto Fundación Diagrama en tu vida?

Fundación Diagrama ha cambiado mi vida y forma parte de ella. Me ha ayudado a crecer personal y profesionalmente, a ser la persona que soy, a conocer otros profesionales de otros recursos. Me ha enseñado la capacidad de cambio y de superación de las personas, así como su resiliencia. También es una de las causantes principales de que viva en La Rioja y a día de hoy tenga tres hijos riojanos.